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A las 6 y pico

Susanita y Miguelito

Susanita y Miguelito A Susanita y Miguelito, compañeros de parvulario, les gusta mucho jugar juntos. Juegan al escondite, a los médicos, a indios y vaqueros, y al parchís. Se divierten tanto, que no se dan cuenta del tiempo que pasa…

- Susanita, Susanita – dijo Miguelito.
- ¿Qué, Miguelito? – respondió Susanita.
- Llevamos mucho tiempo jugando, - dijo él.
- Es verdad, - afirmó ella.
Aquel día, Miguelito había cumplido 37 años, mientras que Susanita seguiría teniendo 36 unos meses aún.
- Sí, ha pasado mucho tiempo, - repitió Miguelito, con gesto un poco preocupado.
- Nos hemos hecho mayores, Miguelito, - dijo Susanita.
Miguelito miró sus manos, su cuerpo, se fijó también (fugazmente) en el cuerpo de Susanita.
- Sí. Mayores. – dijo.
- Y… seguimos en el… parvulario… - añadió trabajosamente Susanita, luchando con una idea que no quería aceptar.
Miguelito miró a su alrededor. De pronto se concretó la vaga preocupación que le atormentaba:
- Ya no tenemos edad para estar en el parvulario, Susanita – dijo.
La evidente y terrible verdad de esta tesis cortó de un tajo la conversación. Los dos parvularios se miraban, con cara de susto.
- ¡Mayores! – gritó Miguelito unos minutos después.
Susanita le miró preocupada.
- No grites, por favor… tenemos que hacer algo, - susurró dulcemente al oído de Miguelito, sorprendiéndose a sí misma de lo dulcemente que podía susurrar, de pronto, al oído de Miguelito.
Éste la miró bastante confundido:
- Ha… hacer… qué – tartamudeó.
- ¡Deberíamos casarnos! – gritó Susanita. Y no gritó para dar más énfasis a su propuesta, sino porque ya sonaba atronador el timbre que les llamaba a clase.

Entonces fue cuando Miguelito se dio cuenta de todo lo que había cambiado, de qué significaba que hubiera pasado el tiempo. Pensó en la boda, en el párroco que los casaría, y que no diría Susanita y Miguelito, sino Susana y Miguel. Todo iba a ser distinto, pero Susana estaría a su lado… él era un hombre, y ella sería su mujer… estaba dispuesto a todo…
- ¡Sí! – gritó, gozoso, pero demasiado tarde, porque el recreo había terminado, la maestra había visto que se quedaban rezagados, les había llamado (¡Susanita! ¡Miguelito!) y ya Susanita (de nuevo Susanita) correteaba alegremente en dirección al aula.

Javi 2004

7 comentarios

Pakito -

Tequila, gracias por comentar mi texto, y en general gracias por querer llevar los comentarios un poco más allá de una primera impresión, que tampoco está mal.

Por lo demás, me gusta tu lectura. Encerrados y huyendo. Sí, algo así es.

tequila -

¿No querían crecer?
Encerrados en la infancia tal vez, huyendo de la sociedad y los formalismos, es lo que me sugiere el escenario de la historia, aunque ya digo, estoy tan despistada que me temo que en algún momento alguien vaya a reírse de lo formal de mis comentarios, pero aunque sea así, independientemehnte de que el relato me guste parezca más o menos acertado, sí me gusta mucho tu form de narrar, tu prosa y tu sintaxis lena de recursos ingeniosos.
Saludos:
Lola.

Susanita -

Cerrolatas, Cerrolatas, quiero casarme contigo.

Pakito Txokolatero -

Jimul, los traumas infantiles son muy necesarios. Los que no tienen ninguno, luego se sienten acomplejados, por falta de traumas.

Pokito, Cerro: muchas gracias majetes.

Cerrolaza -

Pakito, ya sabes que me encanta mi relato sobre Susanita y Miguelito. También me encanta que lo hayas firmado con tu nombre.

Un beso.

pokito -

Javi, ¿nunca te he dicho que eres un genio? Pues eso, que lo eres. Precioso, de verdad.

salud
pokito/chus

Jimul -

Traumatizando desde la niñez a los seres humanos con el matrimonio... Como si no tuviésemos suficientes tormentos con la Iglesia y el CGPJ, hay que joerse... Jejejjejejje.